Todos los días nos encontramos con multitud de personas con
las que necesitamos comunicarnos: compañeros de trabajo, pareja, amigos o
desconocidos. Vivimos en la era de la comunicación, estamos más conectados que
nunca y compartimos constantemente nuestras opiniones. A pesar de ello muchas
veces no conseguimos transmitir lo que queremos y hacemos llegar un mensaje
totalmente diferente al buscado.
¿Quién no ha tenido malentendidos con su pareja o amigos por no
hablar con suficiente claridad? ¿Quién no ha deseado responder de otra manera
en una entrevista de trabajo o en un examen? Todos, en algún momento u otro,
desearíamos haber transmitido otro mensaje.
En ocasiones, los malentendidos son consecuencia de percepciones diferentes. Cada persona
interpreta un mismo hecho de manera distinta en función de su personalidad o su
punto de vista. Por ejemplo, ¿qué ves en la imagen? ¿Una anciana o una mujer
joven? Yo por más que lo intento no soy capaz de ver a la mujer joven, mientras
que habrá personas a las que les cueste ver a la anciana. Si no somos claros y sinceros, o evitamos explicar cosas que para
nosotros son obvias, es muy probable que haya malentendidos.
La mayoría de las veces, tendemos a cometer errores que
impiden que la comunicación sea todo lo eficaz que desearíamos.
No evites ser sincero
por miedo a cómo pueda reaccionar la otra persona. Una cosa es tener tacto
para comunicar noticias desagradables y otra muy distinta es ocultar la verdad
por miedo a causar daño. La verdad siempre acaba saliendo a la luz y cuanto más
tarde lo haga más graves serán las consecuencias. En el mundo de la empresa,
muchos están cometiendo este error: ocultan el estado real de la compañía por
miedo a que los trabajadores se desmotiven en lugar de animarles a remar juntos
para salir adelante. Sólo se puede
luchar para cambiar algo cuando se conoce, si ocultas la realidad el problema
no se resolverá.
Razona lo que estás
intentando explicar. Justificar tus argumentos con un “porque lo digo yo”,
“tú ya me entiendes” o similares no es efectivo. Si quieres asegurarte que la
gente entiende lo que estás diciendo, no te limites sólo a informar, trata de
justificarlo lo mejor posible.
Adapta tu mensaje.
Incluso aunque el mensaje sea el mismo es recomendable adaptarlo a la persona
que te está escuchando, tanto el tono, como el registro y el vocabulario
utilizado. No es lo mismo hablar con tus amigos, con tus compañeros, con tu
jefe, con tus empleados o con tus clientes.
Pregunta si se ha entendido y repite si es
necesario. La mejor manera de asegurarse que el mensaje se ha entendido es
preguntarlo abiertamente. Pero para que la
respuesta sea sincera evita enfadarte y muéstrate dispuesto a repetirlo las
veces que sea necesario.
Escucha. La
comunicación es algo bilateral y soltar un monólogo cada vez que hablas hace que
la gente pierda el interés. Si aburres a tu interlocutor y no le dejas
participar acabará por desconectar y entonces dará igual lo bien que sepas expresarte.
Muy buena entrada. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo expuesto, y lo encuentro muy útil.
ResponderEliminarSolamente me gustaría remarcar que, al igual que el emisor debe adaptar su mensaje, el receptor debería "adaptarse a la persona que está escuchando". Es decir, para que haya buena comunicación, como bien está explicado, al ser algo bilateral pueden surgir malentendidos, sobre todo si se observan las cosas de diferentes puntos de vista. Por ello, opino que hay situaciones en las que es conveniente ponerse en el lugar del otro.
A lo mejor me he ido un poco del tema, pero quería matizarlo porque creo que es aplicable tanto en el entorno personal como laboral.
Gracias por pasarte por el Blog y animarte a compartir tu opinión :)
EliminarEstoy de acuerdo en que el receptor también tiene que poner de su parte. Para que la comunicación sea efectiva ambos tienen que estar dispuestos a escuchar, dialogar y, como dices, ponerse en el lugar del otro.
Un saludo y espero verte más por aquí ;)